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Sorprendentemente, y en oposición a lo que todos pensaban, estaba aún vivo, el poeta, el hombre que había conocido el mar, caminaba de lo lejos, el pueblo empezó a salir poco a poco, las señoras se posaban en las puertas de sus casas de maderos que dejaban entrar el aire, el frío y el polvo que cubría a la ciudad, estaba empezando a oscurecer pero aún había suficiente luz, el hombre se veía cansado, sonreía, jadeaba, se limpiaba el sudor de su frente y sonreía más, poco a poco dejó de ser un puntito a lo lejos, entraba al pueblo, bajó lentamente de la montaña, todos querían saber cómo era el mar del que los viajeros tanto hablaban.
El hombre llegó, la gente comenzó a rodearlo, su madre, la más vieja del pueblo se le acercó, él se arrodillo de un golpe levantando el polvo que se adhería a el sudor de su piel, ella se arrodilló con él, con una respiración veloz se acercó al oído de la anciana y le murmuró algo, todos trataban de oír, ella empezó a reír, él se levanto y dijo un secreto a voz alta que solo algunos de pueblo pudieron escuchar, una especie de susurro secreto, un grito privado, algunos lloraron, otros perdieron la cordura. Él se dió la vuelta y dando un ultimo paso Cayó y murió.
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